¡Oh María, Madre de Jesús nuestro Salvador y nuestra buena Madre!, nosotros venimos a ofreceros con estos obsequios que colocamos a vuestros pies, nuestros corazones deseosos de seros agradables, y a solicitar de vuestra bondad un nuevo ardor en vuestro santo servicio. Para honraros hemos esparcido frescas flores a vuestros pies y adornado vuestra frente con guirnaldas y coronas. Más ¡Oh María! no os dais por satisfecha con estos homenajes, hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan; y coronas que no se marchitan. Estas son las que Vos esperais de vuestros hijos; porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos y la más bella corona que pueden deponer a sus pies, es la de sus virtudes. La rosa cuyo brillo agrada a vuestros ojos es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos, nos amaremos, pues, los unos a los otros como hijos de una misma familia, cuya madre sois, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. ¡Oh María! Haced producir en el fondo de nuestros corazones, todas estas amables virtudes; que ellas brote, florezcan y den al fin fruto de gracia, para poder ser algún día, dignos de la más santa y de la mejor de las madres. Amén.
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